Cirugía del Cáncer de mama

Publicaciones Fundación Tejerina

cirugía cancer de mama publicaciones Fundación Tejerina

03 Noviembre 92 | Cirugía del Cáncer de mama (1992). Florencio Tejerina González de la Rivera, Armando Tejerina Gómez. Ed. Díaz de Santos

PRÓLOGO

Hace un año cuando este libro estaba ya impreso, corregidas las galeradas y sólo le faltaban los índices y algunos detalles más, murió casi repentinamente el doctor Florencio Tejerina, su autor. Al dolor de perder un amigo de toda la vida, se añadía la pena de que no hubiera podido ver el libro, al que tantos esfuerzos y sacrificios había dedicado, salido de las prensas. Sus hijos, Belén, que es una erudita y fina escritora, profesora de la Universidad de Padua, y Armando. Doctor en Medicina y especialista en senología que sigue las huellas de su padres, y ha colaborado toda la vida con él, han hecho todo lo necesario para terminar de corregir las pruebas, hacer los índices, completar algunas figuras y esquemas y, en una palabra, rematar una edición, tan cuidada como si el propio Florencio Tejerina, tan metódico y cuidadoso él, estuviese todavía vivo.

Y cuando sus hijos me han venido a ver hace algunos días, a pedirme que escribiera un prólogo y a mostrarme ya las pruebas definitivas, con figuras, láminas en color, índices y bibliografía; a la vez que el dolor de recordarle, he sentido una gran satisfacción, porque en este homenaje a Florencio Tejerina, que es la edición de este libro póstumo, me brindan la ocasión de recordar al amigo al que tanto quería y al mismo tiempo contribuir de alguna forma, aunque sea mínima, a que esta obra tenga el éxito que merece. Y permitidme para empezar que divida este prólogo en tres partes: sea la primera el recuerdo de una amistad; la segunda la labor de Tejerina en el centro de Enfermedades de la Mama, que se creó en la clínica que yo entonces dirigía, y la tercera, hacer el elogio de esta obra, que es de verdad un libro admirable.

I

Conocí a Florencio Tejerina y González de la Rivera pronto hará sesenta años, en aquel viejo hospital que se llamaba El General y que ahora es el Centro de Arte Reina Sofía. Yo era estudiante de los primeros años de Medicina y acababa de ingresar como alumno interno y él era ya médico de guardia. Alguna vez me tocó hacer guardia con él. Para todo aquel enorme hospital sólo había un médico, un interno y un practicante de guardia. El trabajo era duro. Se operaban apendicitis agudas, hernias estranguladas, heridas de arma blanca y tantas otras cosas. Yo le ayudaba a operar. Él se estaba formando ya como un hábil cirujano general y yo daba mis primeros pasos, un tanto titubeantes, en un quirófano. Aquel viejo hospital era un gran centro quirúrgico. Allí operaron y enseñaron a operar Goyanes, Olivares, Ortiz de la Torre y Vigueras. En aquella gran escuela se formaba Tejerina y quería formarme yo también.

Mi traslado a la Maternidad de Mesón de Paredes y la iniciación de mi formación obstétrica, me desviaron de la cirugía general y de mi amigo y mentor. Dos o tres años después supe que había ganado las oposiciones a cirujano jefe del Hospital de Ávila y no le volví a ver.

En enero de 1938 yo ya era médico hacía tres o cuatro años y estaba de teniente en un equipo quirúrgico militar en Ávila. Pregunté en seguida al llegar por él y me dijeron que andaba no sé donde por los frentes de Aragón, como capitán jefe de otro equipo militar, pero solicitó y obtuvo su traslado a su destino de origen y así fue cómo en enero o febrero de 1938 me vi otra vez de ayudante de mi amigo perdido. Comenzó entonces una fase de gran trabajo e íntima colaboración. Entre los dos reorganizamos el trabajo de aquel equipo militar y llegamos hasta en plena los dos reorganizamos el trabajo de aquel equipo militar y llegamos hasta en plena guerra a hacer algún sencillo trabajo de investigación juntos. Recuerdo que entre otras cosas publicamos un estudio sobre alteraciones del metabolismo hidrocarbonato en las simpatectomías periarteriales.

Un día, yendo de excursión a Gredos, a caballo los dos, me tiró a mí mi jumento y me fracturé el cráneo. Estuve grave bastantes días y él me cuidó con un afecto y con un acierto que bien puedo decir que le debo la vida.

Terminada al fin la guerra, me vine a Madrid y le perdí un poco de vista. El siguió en su servicio de cirugía del Hospital Provincial de Ávila. Fundó un gran sanatorio y le iba magníficamente. Pero él era un madrileño integral. Solía decir que era de <<Chamberí por Hortaleza>>. Así es que un buen día vendió su sanatorio, cerro su consulta y pidió el traslado a la Diputación Provincial de Madrid, cosa a la que tenía derecho. Era en los años sesenta. Se acababa de fundar el Instituto de Obstetricia y Ginecología de la calle de O’Donnell, y yo era el director. En seguida comprendí que en un hospital de cerca de trescientas camas, donde había unos trece mil partos al año, hacían falta no sólo tocoginecólogos de los que yo tenía un buen plantel, si no un buen internista y un cirujano general. Y así es como vino a trabajar conmigo.

En seguida comprendimos, de común acuerdo, que la cirugía de la mama era un <<terreno de nadie>> entre la Cirugía y la Ginecología y así es como nació el Servicio de Mama o de <<Senología>>, si se quiere mejor, de aquel centro. Entonces era el primero que se creaba en España, y hoy, después de casi treinta años sigue funcionando con gran eficacia. Se ha reunido un enorme material, que nadie tienen igual por estos pagos y ha contribuido sobre todo al nacimiento de la especialidad de Mama, dentro del área de la Ginecología. Se convirtió así, lo que era un pequeño capítulo de la cirugía general, en una especialidad multidisciplinaria, con su anatomía patológica, su endocrinología y sus métodos de exploración propios. Y es así como Tejerina dio un admirable ejemplo de <<reciclaje>>. Ya nada joven, fue capaz de aprender y de crear una nueva rama de Medicina.

II

En todo el mundo hay ya sociedades científicas que se ocupan sólo de la mama. Se celebran congresos periódicos de mayor interés y han aparecido unas docenas de libros casi todos ellos extranjeros. La mama es una parte del aparato genital femenino. Se desarrolla y crece por la acción de las hormonas sexuales. Una buena parte de los cánceres de mama son estrogenodependientes y una gran parte de las enfermedades benignas de este órgano se producen por desequilibrios en la función ovárica. Una endocrinología de la mama se ha desarrollado así en el último cuarto de siglo.

Paralelamente, los métodos de exploración han hecho un gran camino. Primero la radiografía de rayos blandos, en forma de Mamografía; más tarde, la Termografía cutánea, y en tiempos más recientes, la ecografía y sobre todo la punción con aguja fina, que permite obtener biopsias y citologías mamarias. La Sociedad Española de Citología Clínica, que yo fundé hace treinta años, ha dedicado más de uno de sus congresos anuales al estudio de la citología mamaria.

Por su lado, lo anatomopatólogos se han interesado por la variadísima patología de la mama y los estudios ultraestructurales han llevado a un conocimiento de estas lesiones, que hace un cuarto de siglo se estaba muy lejos de tener.

Por otra parte, el tratamiento del cáncer de mama ha progresado enormemente. No sólo la cirugía se ha perfeccionado, si no que hemos adquirido una gran experiencia en el tratamiento actinoterápico de los tumores malignos mamarios con supervoltaje o con electrones acelerados. Y, finalmente, las hormonas por un lado y los citostáticos por otro han ensanchado enormemente el campo de las indicaciones.

Ya hace seis años, en 1986, los doctores Tejerina, padre e hijo, habían publicado un precioso libro que abarcaba el tratamiento del cáncer de mama bajo todos estos aspectos. El libro, muy completo, tuvo un gran éxito, pero se echaba de ver en é que sobre la cirugía se detallaba poco. Se daba por supuesto que el especialista que estudiaba la obra conocía los detalles técnicos de la cirugía, y se interesaba más que nada por las indicaciones y los tratamientos coadyuvantes. Se echaba de menos conocer la larga experiencia del autor en técnicas quirúrgicas. Sus amigos así se lo dijimos y él, tan receptivo y tan infatigable siempre, empezó inmediatamente esta obra, que no ha tenido la fortuna de ver publicada.

III

Este libro que ahora tienen en tus manos, lector, es un tratado de cirugía. En él se explican todos los detalles necesarios que el operador de mama debe conocer. Desde toda la variedad de técnicas, hasta la descripción del instrumental, de la posición del cirujano y de sus ayudantes, de los métodos de anestesia, de las técnicas de sutura, de las vías de drenaje; en fin, de todos los detalles técnicos. Pero al lado de esto, las indicaciones. La pérdida de una mama, por ablación quirúrgica, siempre ha sido una mutilación dolorosa para la mujer, pero lo es mucho más reconstructora de la mama, cosa perfectamente legítima, si no que muchos autores, confiando de su capacidad de diagnóstico precoz en los marcadores de seguimiento y en los tratamientos complementarios, radiación, hormonoterapia y quimioterapia, se confían en tratar el cáncer mamario sin extirpar el pecho, haciendo simplemente lo que los americanos llamas una<<lumpectomía>> o <<nodulectomía>> como nosotros podríamos traducir. Se olvidan estos innovadores que la mama es una gran <<esponja>> linfática y que la diseminación es aquí mucho más fácil que en otros órganos, como por ejemplo el ovario y el útero.

Hace falta mucho valor, sin embargo, para sostener hoy en día un punto de vista radical, que choca con la moda del conservadurismo que es enormemente popular y que goza de la preferencia –ya se comprende- de las mujeres. La seriedad y el rigor con que este libro trata este espinoso tema, merece toda clase de elogios.

Finalmente las ilustraciones. Tejerina era un gran dibujante, dotado de una enorme paciencia. Los dibujos, hechos todos por él, son primorosos y lo que es más importante, clarísimos y aleccionadores. Las fotografías, tomadas por él mismo y escogidas entre su enorme material clínico, parecen de un profesional y la ordenación de las materias, por clasificación decimal, el esquema y el desarrollo del libro, y su estilo literario, claro y conciso, son admirables. Y es que su autor se volcó en este libro. Puso en él todo su estusiasmo y su fe. Cuando murió, tenía ya muchos años, pero continuaba siendo un joven. Joven de espíritu y de ilusiones; y es un dolor, que no haya podido ver este libro encuadernado, acariciarle con sus manos y estrecharle contra su corazón, como se estrecha a un ser querido. Porque un libro en el que se ha trabajado toda una vida –y lo sé por experiencia- es un hijo, del que el autor es a la vez el padre y la madre, porque se engendra con ilusión, se le pare con dolor y se le muestra luego  a los demás con orgullo.

IV

Alumbrar una obra póstuma, y más aún una obra querida y soñada por su autor, debía incluirse en el Catecismo entre las obras de Misericordia. Y si esta labor la hacen los hijos, qué más se puede pedir. El fin de la vida no es la muerte, sino la resurrección y Tejerina resucita un poco entre nosotros con la publicación de este libro. En sus páginas volvemos a encontrarle, tal y como él era, sencillo, cuidadoso, eficaz y enormemente competente desde el punto de vista profesional. Y además un gran amigo. Y yo, que aprendí de él a dar mis primeros puntos de sutura, es seguro que seguiré aprendiendo –y como yo, vosotros lectores- en este libro de Tejerina redivivo.

Madrid y Toledo, Junio de 1992

JOSÉ BOTELLA LLUSIÁ

Volver a las publicaciones de la Fundación TejerinaVER Publicaciones