La manipulación del sistema inmunológico para ayudar en el tratamiento de las enfermedades oncológicas ha supuesto un enorme avance en el tratamiento de diversos tipos de tumores. Aunque se están investigando desde hace décadas distintas maneras de utilizar la inmunidad para tratar el cáncer, la estrategia que ha tenido más éxito por ahora en los tumores sólidos ha sido la mediada a través de los denominados puntos de control (“checkpoints” en inglés).

El sistema inmune es un conjunto extraordinariamente complejo de células y sustancias que están constantemente interaccionando entre ellas, con las células propias del organismo y con agentes externos. Uno de los elementos que regulan su actividad son los puntos de control.

Inmunoterapia frente al cáncer de mama

Los linfocitos T, uno de los elementos más importantes de la inmunidad, poseen unas moléculas en su superficie que habitualmente ejercen de freno para que no haya una actividad descontrolada de estas células (esta actividad descontrolada es lo que provoca la autoinmunidad o enfermedades autoinmunes, por ejemplo). Este freno actúa aunque se hayan “fabricado” ya células antitumorales pero, aunque están allí, no pueden destruir las células tumorales. Se ha descubierto que, desactivando ese freno, las células T (linfocitos T) antitumorales se liberan y pueden atacar a las células cancerosas.

El cáncer de mama ha sido uno de los últimos tipos de cáncer en los que se ha incorporado esta inmunoterapia al tratamiento, incluso se había considerado al cáncer de mama como resistente a la inmunoterapia. Posiblemente esto se deba a la gran heterogeneidad de procesos biológicos que se engloban bajo la denominación de cáncer de mama en la que todos tienen en común su origen en la glándula mamaria. Sin embargo, hay una gran diversidad en cuanto a su biología subyacente y, por tanto, su pronóstico y forma idónea de tratamiento.

Así pues, el cáncer de mama se viene clasificando en 4 tipos principales: luminal (A y B), enriquecido para HER2 y triple negativo. En concreto la variante triple negativa se define por la ausencia de expresión de receptores hormonales y la no sobreexpresión de HER2. Aunque a su vez los tumores triple-negativos se pueden clasificar en varios subtipos, en general, se trata de un cáncer de mama potencialmente agresivo por su elevado ritmo de crecimiento y su capacidad de dar lugar a metástasis. Precisamente en el cáncer de mama triple negativo es donde se ha comenzado a aplicar la inmunoterapia con resultados positivos.

Como sucede generalmente con los tratamientos tumorales, inicialmente se investigó en las formas metastásicas de cáncer de mama. Cuando se añadió pembrolizumab a la quimioterapia habitual y se compararon los resultados con las de la quimioterapia por si misma, se prolongaba la vida de la paciente con cáncer de mama triple-negativo en aproximadamente 7 meses. Como era de esperar y tal como se había visto en pacientes con otros tumores, la activación del sistema inmune también produjo efectos secundarios (autoinmunes), pero en general son efectos controlables y tratables de los que se informa a las pacientes para que sepan como actuar en cada momento.

La segunda situación clínica en la que se ha demostrado el beneficio de esta inmunoterapia ha sido en cáncer de mama triple negativo localmente avanzado o en estadio temprano (operable) con riesgo alto de recidiva.

Inmunoterapia y cáncer de mama

Tras su correspondiente estudio, en las pacientes tratadas con la combinación de quimioterapia e inmunoterapia se detectó una mayor disminución del tumor, incluyendo más casos de desaparición total aparente del cáncer (esto se denomina respuesta anatomopatológica completa). En concreto, los porcentajes respectivos de respuestas completas fueron del 65% con inmunoterapia y del 51% sin ella, un aumento muy significativo porque además sabemos que cuando se consigue la desaparición completa del tumor (hasta donde se puede comprobar en el estudio anatomopatológico) la posibilidad de que no haya una recaída aumenta de forma notable. Además, se ha visto que incluso si no se conseguía esa desaparición total de restos tumorales en el momento de la operación, las pacientes en las que se incorporó la inmunoterapia también recaían menos que si no se incorporaba.

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